De esos que sin rencor ni orgullo, dejas que sigan su andar, lejano a lo que tú aspiras, quizás, pero que aun así ansías, en cada atardecer, atraer el aroma de aquel café, de aquel lugar, de aquella tarde, de esa conversa, aquella brisa de aquel amor.
De esos que están presentes, todos los días, sin importar que ya no estén a tu lado. Sin poder acariciar esa mirada ajada, que no dice nada, que no espera nada, que talvez sólo refleja miedo, que te ata de manos, que te hace amarlo, sin sólo pedirlo. Sin ni si quiera decirlo.
De esos amores que acompañas en silencio, en ese andar pausado, cansado, complementado, propio. De esos que no te hacen mirar hacia aquella roca solitaria en la playa, por no querer alcanzarla, por no querer voltear. De esos que caminarías mil kilómetros de olas, y no dudarías las ganas de darle fuerzas para continuar. De esos que miran el suelo, con las manos frías en los bolsillos, con zapatos mal lustrados, pero que te aman, aunque talvez, por un segundo, anhelan de que no fuese correspondido.
De esos que te hablan y tú callas, de esos que tú respondes y no callan. De esos que a ratos no quieres ver, De esos que te amargan el día, talvez, De esos que al no tenerlos, peleas contigo, por extrañar las peleas de aquellos viejos amores.
De esos que te dicen, sin engaño, que eres lo mejor que le ha pasado en su vida. Ese que ególatra, infiel, calculador y galán, sin si quiera exigir, intentó darlo todo para hacerme feliz. Y lo logró.
De esos que ya no se esperan, sino que te esperan, algun día, por ahí…
De esos que están presentes, todos los días, sin importar que ya no estén a tu lado. Sin poder acariciar esa mirada ajada, que no dice nada, que no espera nada, que talvez sólo refleja miedo, que te ata de manos, que te hace amarlo, sin sólo pedirlo. Sin ni si quiera decirlo.
De esos amores que acompañas en silencio, en ese andar pausado, cansado, complementado, propio. De esos que no te hacen mirar hacia aquella roca solitaria en la playa, por no querer alcanzarla, por no querer voltear. De esos que caminarías mil kilómetros de olas, y no dudarías las ganas de darle fuerzas para continuar. De esos que miran el suelo, con las manos frías en los bolsillos, con zapatos mal lustrados, pero que te aman, aunque talvez, por un segundo, anhelan de que no fuese correspondido.
De esos que te hablan y tú callas, de esos que tú respondes y no callan. De esos que a ratos no quieres ver, De esos que te amargan el día, talvez, De esos que al no tenerlos, peleas contigo, por extrañar las peleas de aquellos viejos amores.
De esos que te dicen, sin engaño, que eres lo mejor que le ha pasado en su vida. Ese que ególatra, infiel, calculador y galán, sin si quiera exigir, intentó darlo todo para hacerme feliz. Y lo logró.
De esos que ya no se esperan, sino que te esperan, algun día, por ahí…